viernes, 20 de mayo de 2011

Llamémosle equis

La historia ha demostrado que las confluencias políticas entre sectores tan diversos de la sociedad pueden ser efectivas a corto plazo y subsanar los objetivos comunes; sin embargo, a medio y largo plazo puede desarticular una movilización política de importancia. No obstante, esto parece distinto.

Las acampadas surgidas en diversas partes del Estado Español responden a esta estructura, y no es que esa precisamente sea la novedad, ya que son multitud las plataformas, no marcadas ideológicamente, que fijan su lucha en metas concretas. La novedad surge cuando este movimiento tiene como principio incidir en política sin etiquetarse y sobre todo, sin permitir que le etiqueten.

Este juego a dos bandas, es clave, ya que en las sociedades rígidamente partitocráticas pertenecer a algo, alinearte con algo, o simpatizar con algo, permite automáticamente tu ubicación en el espectro político, marcado principalmente por concepciones muy difusas, bastante alejadas de la realidad, y formulados en torno a consignas partidistas que al final sedimentan en el imaginario común: PP-derecha, PSOE-izquierda, IU-Izquierda marginal, Nacionalistas-egoístas-terroristas…, y cuando no es así, canalizan las proclamas hacia concreciones irrisorias: reforma de ley electoral, más becas, paz, medioambiente…

Este modelo de movilización ha supuesto que haya un cuestionamiento de ciertos problemas que acontecen en el seno del pueblo sin definirse, y eso como digo, es positivo, por lo menos por ahora.
Sin embargo, a poco que ahondemos en la realidad de las reividicaciones encontramos, por lo menos de forma general, incluso a veces plasmada en un papel con peticiones, que se trata de un movimiento social que pide más democracia, y para ello hablan de poderes de decisión directa, participativo, que emane del pueblo, de la base, soberanía popular; es un movimiento que además se planta de forma tajante contra la situación actual en la que la única influencia que tenemos las personas es dar nuestro voto a un sistema electoral diseñado por y para el bipartidismo y el reparto del poder como si de la Restauración Española se tratara. La gente que acampa además coincide en que están cansados de las corruptelas, de la avaricia del poder político, y social, que están sometidos a los dominios de la hegemonía económica, única beneficiada de la crisis; y es que, las personas que claman a la democracia real ya, saben que los récords en las tasas de paro, los recortes laborales, el plan Bolonia, el retraso en la edad de jubilación, los recortes sociales y sanitarios, el ascenso radical de suicidios, las hipotecas esclavistas, etc… son fruto de un sistema político putrefacto y sanguinario para la mayoría y tremendamente beneficioso para unos pocos.
Es por todos conocidos, que vivimos en un mundo en el que priman más los valores económicos que los puramente humanos y es eso, de forma general, de lo que esta gente, entre la que me incluyo, reclamamos.

No solo queda ahí la cosa, sino que para romper las barreras, los muros de la hipocresía que han delimitado quiénes nos gobiernan, comenzamos a trabajar en las calles, las calles que nos robaron con ordenanzas cívicas, las calles a las que no dijeron que no fuéramos porque habían inseguridad ciudadana, que cercaron con sus cámaras de vigilancia, las plazas que cerraron para que no se hiciera botellón o se jugara a la pelota, y además se ha empezado a trabajar de forma asamblearia, en el que todas las personas tienen igualdad de voz y de voto, en el que las decisiones las toma el pueblo, con argumentos, y se ha actuado de forma pacífica, que, para como han actuado las Fuerzas de Seguridad del Estado, la Junta Electoral General y cómo están las cosas en general, bastante esfuerzo supone.

Muchos hablan de fin de la ideología, de post-modernismo, pero lo que está claro es que sumando todas las reivindicaciones que se están marcando en las protestas el resultado es un modelo bastante definido, un modelo claro, un modelo que muchos reclamando hace mucho tiempo, nuevo, joven, innovador, para el pueblo, desde el pueblo, público, autodeterminista, pacifista y libre… antes le dábamos un nombre, quizás deberíamos obviar el lenguaje, si quizás sea ese el problema.
Hoy, nos basta con decir con que el que está no nos sirve y queremos otro, llamémosle equis.


No hay comentarios:

Publicar un comentario